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»Yo, que llamaba a Dios y él me respondía,
    me he vuelto el hazmerreír de mis amigos;
    ¡soy un hazmerreír, siendo recto e intachable!
Dice la gente que vive tranquila:
    “¡Al daño se añade la injuria!”,
    “¡Al que está por caer, hay que empujarlo!”
Los salteadores viven tranquilos en sus tiendas;
    confiados viven esos que irritan a Dios
    y piensan que pueden controlarlo.

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